Arximiro Suárez

Arximiro Suárez 

D. Arximiro Suárez Ferreiro nació en Outes en el año 1905, pero su profesión de maestro lo hizo vivir durante muchos años en Noia, donde murió en el año 1960 y donde ganó una merecida fama de pintor que difundió a través de numerosas exposiciones por toda Galicia (Muros, Rianxo, Santiago, Pontevedra, A Coruña , Vigo), Asturias y Madrid.

Obtuvo el primer premio en el concurso nacional de Dibujo celebrado en Madrid entre educadores artistas.

Especializado en el dibujo arquitectónico, recoge nos sus cuadros toda el arte de los monumentos compostelanos, así como los más hermosos rincones de nuestra comarca. Sus dibujos a pluma, campo en el que consiguió sus más grandes logros, tienen una fuerte personalidad y evidencian un magistral dominio de la técnica, que llevó también con éxito por su notable belleza, a la acuarela, al óleo y al grabado, siempre de grata contemplación.

 

SERENIDAD

Su producción transmite una sensación de serenidad, de sosiego, de paz, difícil de encontrar, especialmente en la época de la posguerra. Es cómo se viéramos la pintura de interiores holandeses del siglo XVII, caracterizada por el silencio y calma de sus personajes en medio de cuidadas y enfáticas geometrías compositivas, llevada ahora a los exteriores gallegos. De este modo, son ahora las casas, las iglesias, los pazos, las calles, los soportales, las plazas, los protagonistas atemporales que se encuentran, como si fueran humanos, sumidos en un estado contemplativo, absorto, concentrado en sí mismo, distanciados del espectador.

APARIENCIA

Pero distanciamiento solo aparente, porque el artista, subrepticiamente, con su minucioso trazo, la pincelada detallista, reproduciendo con toda precisión cada sillar de la fachada, cada loseta de la calle, cada hiedra de las paredes, pero también frutas, verduras y animales en la feria, está obligándonos a entrar en el cuadro, a recorrerlo de una esquina a otra, a acercarnos a puertas y ventanas, a los rincones de las plazas, recodos de los caminos… a hacernos participar de la pintura, de su proceso creativo y no solo del resultado final. Son edificios y monumentos urbanos y rurales, paisajes boscosas, escenas marineras, en las que, de vez en cuando, aparecen personajes populares, bañados por una luz cristalina que destaca la pureza de los volúmenes y consigue transformar el transitorio en eterno.

LUMINOSIDAD

Luminosidad con lo que juega en grabados para conseguir magistrales contrastes de luces y sombras, pero, sobre todo, en el óleo, un colorismo rutilante que hereda de la generación de los Nuevos y que, junto con Eduardo Marino, Paco Creo, Lugrís y algunos otros, van a transmitir a la juventud pintora que eclosionará en los años 60 y 70. Contribuyendo a llenar, de esta manera, al inmenso vacío cultural y artístico que siguió al asesinato de Camilo Díaz, en el 36, la persecución de Seoane por los falangistas, el encarcelamiento de Maside, Fernández Mazas y Granell, al exilio de Castelao, Maruxa Mallo, Colmeiro y tantos más. Lástima que una muerte prematura haya truncado una evolución que se hace evidente en los últimos cuadros hacia una estética renovadora, acercándose a postulados postcubistas que Frau y Xulia Minguillón van a hacer triunfar en la pintura gallega.